jueves, 27 de octubre de 2022

Alcaracejos 1973-1976: Francisco Solano Márquez Cruz

 


            “Pueblos cordobeses de la A a la Z”[1] es una obra que publicó la Diputación Provincial en 1976. Su autor, Francisco Solano Márquez, lo había sacado, por partes, con anterioridad, en la última página dominical del Diario Córdoba entre el 15 de abril de 1973 y el 20 de octubre de 1974[2]. En ningún momento podemos pensar que se trata de una guía erudita de la provincia. El libro es un relato de impresiones vividas, unidas a algunos datos recogidos con cierta prisa, pero ahí están. El trabajo fue concebido y planteado como un libro periodístico y ese calificativo define y delimita su razón de ser: se habla sobre 74 pueblos a modo de crónica periodística.

            Sobre Francisco Solano Márquez podemos decir que nació en Montilla en 1944. Estudió Magisterio aunque nunca ejerció al ser absorbido por el periodismo, titulación que consiguió, por libre, en 1974. “La animación cultural como asesor de teleclubs, el periodismo escrito, los gabinetes oficiales de prensa y la gestión cultural de cajas de ahorros han sido los ámbitos de su trabajo, siempre alentado por el amor a Córdoba [y provincia] y la divulgación de sus valores culturales”[3].

             Publicar aquí este trabajo es señal de reconocimiento a una persona comprometida y rigurosa como lo atestiguan sus numerosas obras, además de que no es fácil encontrar autores no mojinos que hayan visitado Alcaracejos y hayan escrito sobre él. Las fotos –originales- que generosamente nos ha cedido son espectacularmente buenas. Para mí es un honor que, cuando nos saludamos o me dirige algún escrito, me trate como amigo.

 1973: Alcaracejos, recibidor del Valle

Fachada, hoy junto al Ayuntamiento. José Olmo, municipal.
Observar ventana casi a ras del suelo.
            El puerto Calatraveño (750 metros de altitud) es la puerta natural del Valle de los Pedroches[4] por el Sur. Puerta sin llave. Siempre abierta. Y Alcaracejos, el recibidor. En el Calatraveño hay una gran pancarta alegórica y descolorida que advierte al viajero donde está, por si no lo sabe. “Viajero –dice-: entras en el Valle de los Pedroches”. Y Alcaracejos, recibidor, da el primer abrazo. Abrazo de granito. Que no por eso es menos cálido. El granito es el leit-motiv[5] de los pueblos del Valle. Un leit-motiv que se repite en el dintel de cada casa.

            Alcaracejos es nudo de carreteras. De allí parten a Pozoblanco (diez kilómetros), a El Viso (otros diez), a Hinojosa (dieciocho), a Villanueva del Duque (tres kilómetros), a Dos Torres (nueve). Recibidor. Primer abrazo pedroche. Parada y fonda.

Radiografía

            Villa y municipio de la provincia de Córdoba, situada en el Valle de los Pedroches y perteneciente al partido judicial de Pozoblanco. Su término municipal tiene una extensión de 174’63 kilómetros cuadrados, siendo la altura de la población de 608 metros sobre el nivel del mar. Dista 74 kilómetros de Córdoba capital. En 1960 Alcaracejos tenía 3.011 habitantes de hecho, que han descendido a 2.029 en 1970. Los principales cultivos son el olivo y el cereal. Abundan las encinas y existen algunas huertas. Ganados lanar y vacuno. La minería muy desarrollada en otro tiempo, aún cuenta, extrayéndose plomo y cobre, entre otros minerales.

 Una hermandad mariana de origen militar

1973: Hermanos de Ntra. Sra. de Guía, Calle Capitán Ferrer Morales
            Es Domingo de Resurrección [22 de abril]. El pueblo está de fiesta. Por la mañana, la Hermandad de la Virgen de Guía devuelve la imagen mariana a su ermita, situada en término de Villanueva del Duque, y de la que fue retirada el 24 de febrero, fecha dorada del calendario local. Resulta que la Virgen de Guía es patrona de cuatro pueblos. Una letrilla que se entona en la comarca pregona este patronazgo compartido. Dice:

Viva la Virgen de Guía,
patrona de cuatro pueblos:
Villanueva, la Hinojosa,
la Lancha y Alcaracejos.

             Y los cuatro, como buenos devotos, la comparten de común acuerdo, disponiendo de la imagen un determinado periodo de tiempo al año. El hermano mayor –llamado capitán pues la Hermandad tiene origen militar es este año don Germán Santos Caballero, exalcalde de Alcaracejos.

-        La Hermandad la forman 55 varones. Se ingresa por herencia familiar, de modo que los hijos mayores suceden a los padres cuando estos fallecen.

-        ¿Es muy antigua la Hermandad?

-        Antiquísima, mire usted, tiene 457 años de antigüedad.

-        ¿El origen?

-        Militar. Es de origen militar. En Manila existe una iglesia dedicada a Nuestra Señora de Guía, porque cuando los españoles tomaron la ciudad llevaban la imagen de la Virgen. De modo que se supone que algunos de aquellos soldados, hijos de Alcaracejos, al volver, fundaron la Hermandad.[6] [1592 según afirma Germán Santos en su libro “Mis aventuras en la Guerra Civil española (1936-1939) sin pruebas contrastadas].      

El criadillo mueve la bandera ante la admiración de todos
los hermanos. 1973
El espíritu fundacional se conserva vivo y palpitante. El rito, la regla, el protocolo han sobrevivido. Ha contribuido a ello el rigor castrense con que está concebido el reglamento, haciendo honor al espíritu militar de la Hermandad. Su estructura es la de una compañía, con su capitán (hermano mayor), su alférez y su sargento. Que se relevan por años y son los encargados de vigilar el cumplimiento del reglamento y de cargar con el gasto, llegando a imponer multas, en reales, a los hermanos por falta de asistencia sin causa justificada, puntualidad o de indumentaria.

            Los hermanos visten de riguroso negro. Excepto la camisa blanca todo es negro. Chaqué, pantalón, chaleco, corbata, mascota, zapatos y calcetines. Cartuchera al cinto y escopeta al hombro. Van armados para disparar salvas de pólvora en honor de la Virgen. Cada hermano dispara cuarenta o cincuenta cartuchos. Multipliquemos. Dos mil quinientas salvas en una mañana, la del domingo de Resurrección.

 Los relevos

 Temprano, la Hermandad devuelve a la Virgen a su ermita. Por la tarde son los maitines –rosario y coplas- acabados los cuales tiene lugar la ceremonia de los relevos. El capitán, el alférez y el sargento salientes convidan a los hermanos en sus respectivas casas. Convite parco. Consistente en altramuces, garbanzos tostados y vino. Vino blanco de la Mancha, flojo de grados, única forma de poder resistir de pie todo el recorrido. Se bebe en una taza de plata llamada templadera, que pasa de boca en boca de los hermanos.

            En la calle, al compás de redoble tamboril se flamea la bandera, compitiendo los hermanos en habilidad y destreza. Si lo hacen bien, un aplauso los premia. Pero si la bandera se lía ose cae son condenados al castigo de “correr la vaquilla”, siendo encerrados entre dos hileras de hermanos entrelazados de pies y manos, a modo de muros humanos, y que han de romper para poder salir.

            En casa del sargento saliente tiene lugar la solemne ceremonia de los relevos. Todos se descubren. Capitanes, alféreces y sargentos, al intercambiar sus atributos de mando –bastón, bandera y alabarda- respectivamente – improvisan una estrofa. Con mejor o peor acierto poético. Pero con sentimiento. Eso sí. La devoción a la Virgen de Guía llega muy hondo. Dicen que en la República hasta los rojos daban vítores a la Virgen. La imagen actual es moderna, pues la primitiva desapareció cuando la guerra. Y cuenta la tradición que existía una encina sobre la que se había aparecido la Virgen de Guía, por lo que sus bellotas, milagrosamente, nacían con la imagen de la Virgen grabada.

 Un dintel gótico que sobrevivió a la guerra

             Alcaracejos fue muy castigado durante la guerra civil del treinta y seis. Dicen que casi la mitad del pueblo quedó hecho una ruina. Entre las piedras que cayeron derrotadas ante la devastadora tempestad bélica, la más importante fue la iglesia parroquial de San Andrés, que tenía fama en todo el Valle. En el lugar que ocupaba se ha construido otra, moderna, que se terminó en 1966. En su interior, como reliquia valiosa salvada de la destrucción, se conserva la que fue puerta de la antigua, un encantador dintel de trazo gótico labrado en granito.

Dintel antigua iglesia parroquial de
 San Andrés, bombardeada en la Guerra Civil

            El granito es inseparable de la arquitectura de la villa. En su mayor parte viene de la cantera de Sixto, pero se le puede encontrar en cualquier sitio por poco que se escarbe. Algunos dinteles de viejas casas están labrados. Con tosquedad. Con primitivos motivos ornamentales. Suelen llevar fecha. La más antigua que vi correspondía a 1769.

 Las casas y sus gentes

 Antes, la parra solía ser compañera inseparable de la fachada, formando con sus dinteles de granito un peculiar toldo vegetal que cobijaba las tertulias de verano. Pero poco a poco se han ido arrancando estas parras. Y hoy solo queda una, en la calle Iglesia, en la casa de María de Guía Fernández López (el nombre de María de Guía, la patrona, es frecuente), que es una mujer llena de sencillez, hospitalidad y amor al terruño. Nos invita a pasar a la casa (me acompaña [Pepe] Olmo, el municipal) y nos saca un plato de dulces caseros.

-        Tomen ustedes, son borrachuelos.

    La casa es una casa cualquiera. Bien pudiera ser el prototipo de la casa popular de la villa. Tiene bóvedas de aristas. Cantareras con rojos cántaros de Hinojosa, de esos que las mujeres del Valle saben

La parra, toldo vegetal para el verano.
Calle Iglesia ,1973
llevar sobre la cabeza con inverosímil equilibrio. No falta el espacioso patio, antesala del corral. Y está la cocina, también espaciosa, que es el sitio principal de la casa, donde se hace la vida,  y que aun no ha sido suplantada por la salita de estar. Tiene la cocina su gran chimenea donde ahumar las morcillas y los chorizos. Aquí todo el mundo hace su matanza. Tienen fama las morcillas y los chorizos de Alcaracejos que muchos cordobeses de la capital vienen a buscar los domingos. Los forasteros llaman achorizadas a las rojas morcillas de la villa.

La comida es buena. En cualquier bar de Alcaracejos puede usted pedir cordero, lechón o lomo con entera confianza. Cocina de sabor y calidad caseros, a buen precio. He aquí un menú cualquiera como referencia: tortilla, lechón, ensalada y postre, ochenta pesetas.

Flash histórico: etimológicamente la voz Alcaracejos es diminutivo del árabe Al-caria o aldea, lo que concuerda con los vestigios de población hallados en el lugar.

            La actual villa fue fundada a principios del siglo XV. Fue aldea de Torremilano hasta 1488, en que pasó a ser villa sujeta a la jurisdicción de Córdoba, manteniéndose así hasta 1560 en que Felipe II la concedió a los Marqueses del Carpio[7], volviendo a la corona en 1747.

 Pequeña guía turística

 En el cerro del Germo [8] existen ruinas visigodas del siglo VI, declaradas monumento histórico – artístico. Tiene interés el dintel de la antigua parroquia de San Andrés, labrado en piedra y de traza gótica, que se conserva acoplado interiormente a una de las puertas de la nueva iglesia, terminada de construir en 1966.

            Las calles viejas –equilibrio de cal y granito- ofrecen bellas perspectivas de conjunto, para quién guste de saborear la arquitectura popular de la zona. El calendario de fiestas locales está formado por las siguientes:

 24 de febrero. Romería a la ermita de la Virgen de Guía, de marcada participación femenina, en la que las hijas de los hermanos de la Virgen traen su imagen a Alcaracejos, donde permanece hasta el Domingo de Resurrección.

 Domingo de Resurrección. Devolución de la imagen de la Virgen de Guía a su ermita, enclavada en el término de Villanueva del Duque, donde ha de hallarse antes de las doce del día. Jornada de gran fervor mariano, en la que participa el pueblo en masa. Es de destacar la pureza con que sobrevive la Hermandad de la Virgen de Guía formada por 55 varones, y de cuyo origen, significación y tradiciones se habla en estas páginas.

 Feria del Carmen. Se celebra del 15 al 18 de julio.

 En el capítulo gastronómico gozan de justa fama los derivados del cerdo (morcilla –llamada achorizada por su color rojo- chorizo, lomo, lechón, etc.), así como el cordero. La confitería casera está muy generalizada, destacando los roscos de vino y de huevo, las hojuelas, los borrachuelos y las perrunas.

 La voz del alcalde: Don Rafael Muriel Rísquez “Este pueblo tuvo mucho auge entre 1900 y 1920, en que llegó a tener 5000 almas, pero las minas vinieron abajo en los tiempos de la República y esto cayó”(27.04.73).



[1] Márquez, Francisco Solano (1944). Edita la Diputación Provincial de Córdoba, 1976, 22 cm. 546 p. Colección de Estudios Cordobeses, número 12. Calificado como guía turística.

[2] Era director del diario Federico M. Miraz Fernández que además ostentaba la presidencia de la Asociación de la Prensa. Cuenta Francisco Solano que cuando le propuso reportajes de pueblos para la última página del periódico del domingo, el recién llegado director le dijo: "Para el domingo quiero el primero". Era Adamuz.

[3] Utopíalibros.com, 2022.

[4] Aunque la tradición nos mueve a adjetivar como “Valle” la comarca de Los Pedroches, todos sabemos ya que no lo es. En principio carece de un rio que lo haya formado y en segundo lugar porque está estudiado y calificado como un llano que ronda los 600 metros de altitud. Algunos autores lo denominan interfluvio. Ver https://www.17pueblos.es/wp-content/uploads/2020/09/Referencias-mas-antiguas-en-prensa-historica-VALLE-DE-LOS-PEDROCHES.pdf

[5] Motivo central recurrente.

[6] Como bien dice el capitán y recoge Francisco Solano, “se supone” ya que no se aporta prueba alguna. Agudo Torrico, J. en “Las Hermandades de la Virgen de Guía en Los Pedroches”, 1990, considera esta posibilidad como “una variada e imprecisa consideración mítica que pretende explicar las peculiaridades de las hermandades militares”. Pag 280.

[7] Error. Pensamos que es el típico caso de error cometido por copia y pega. Las Siete Villas se vendieron por Felipe IV a los Marqueses del Carpio en 1660.

[8] Está comprobado que el cerro del Germo pertenece al término de Espiel, por lo que no debería de figurar aquí. Durante años, por error, se relacionó con Alcaracejos.

Hermanos y cargos de la Hermandad de Ntra. Sra. de Guía
acompañados del tamborilero y del criadillo.

Interior casa de Alcaracejos. Se aprecia la
bóveda de arista y las cantareras.

Calle Cumbre. Alcaracejos, 1973

Cruz de hierro ensamblada a columna y base de granito
junto a Ermita de San Andrés, hoy desaparecida. Al fondo
 dinteles clásicos en puerta y ventanas (1973)

Fachadas tradicionales en Alcaracejos en la plaza y proximidades

Calle José Antonio en 1973. A fecha de hoy Maestro Miguel López

Cartel anunciador del mal llamado
 "Valle" de Los Pedroches, 1973.

Última página del diario Córdoba (27.04.1973)

Nota.- Quede constancia de nuestro agradecimiento a Francisco Solano Márquez Cruz por su generosidad y buena disposición.

sábado, 22 de octubre de 2022

La mesa camilla

Paleta, picón, brasero. Tarima, tufo, enagüillas. Mesa camilla, alambrera,

cabrillas, brasa, soplillo y algunas, espinilleras.

                Mi infancia, mi niñez y parte de mi adolescencia va ligada a la mesa camilla y a Alcaracejos. Lo expresado aquí forma parte de la sociología mojina filtrada por mi perspectiva y por mis recuerdos. Seguramente muchos pueblos y hogares de Los Pedroches, y otros lugares, podrán identificarse, total o parcialmente, con lo escrito. Se aceptan sugerencias.

                Este tipo de mesa, aunque su nombre nos puede inducir a pensar que es una mesa que se transforma en cama o algo parecido, es solo una mesa. Con un vocabulario específico que la convierte en “Sol”, son varias las curiosidades que la hacen única: Puerta de un universo particular que la torna entrañable, casi con “alma”… pero es solo una mesa a la que mucha gente añade los calificativos de cálida y mágica y unos recuerdos imborrables.

               Para conocer su origen nos remontamos a la Edad Media, ya que en esa época se adoptó la costumbre, tomada de Roma y Grecia, de cubrir la mesa cuando se organizaban comidas en reuniones. Más recientemente, la mesa camilla debe provenir de nuestros abuelos (quizás finales del siglo XIX y principios del XX) y de una nueva distribución de las casas.

               Habitualmente son redondas, aunque no siempre. Puede haberlas cuadradas o rectangulares. Por tamaño suelen ser pequeñas o al menos no muy grandes y eran algo más bajas que las mesas de comedor para posibilitar ciertas tareas. Su principal característica es que se trata de una mesa cubierta por una tela, faldas o enaguas[1], que, dejada caer, termina a escasa distancia del suelo por todos lados. La mesa encaja, o tiene sujeta a ella,  en una tarima[2] de madera situada al final de sus patas, a ras del suelo, para evitar que los pies lo toquen. En su centro hay un agujero circular donde se coloca el brasero[3], antiguamente de picón[4], que se solía encender con los rescoldos del anterior dando aire con un soplillo[5]. Este era el antiguo sistema de calefacción: el calor que proporciona la combustión lenta del picón se queda almacenado debajo de la mesa ya que el faldón o camilla no lo deja salir, aunque en algunas casas levantaban las enagüillas para que el aire cálido escapara y calentara la estancia.

               La familia, sobre todo en invierno, se reunía alrededor de la mesa camilla. Allí giraba la vida de la casa. Al tener calientes las piernas y los pies, sientes caliente todo el cuerpo. También podías calentarte las manos. Las personas mayores se protegían la espalda con una toquilla[6], complemento ideal de la mesa camilla.

               En aquellos tiempos, en las casas, había una sala especial para recibir visitas en la cual se colocaban unos canapés poco o nada confortables. En otra habitación, aparte, estaba la sala de estar con su mesa camilla y asientos para toda la familia. En una repisa o en otra mesa auxiliar solía estar la radio para escuchar las noticias, radionovelas, rezar el rosario, oír música etc. Sobre la mesa se jugaba a las cartas, al parchís y a la Oca, se leía … y en torno a ella, las mujeres hacían punto, cosían y bordaban. Para comer se colocaba siempre un mantel encima del tablero.

               Hoy día estas mesas han casi desaparecido aunque en los pueblos aún se utilizan. El brasero de picón se ha cambiado por uno eléctrico o un radiador de aceite. La sala de estar y la sala de las visitas terminaron fusionándose en una sola habitación con sofás o sillones para ver la tele. Aunque la calefacción central es hoy lo más frecuente en casas, pisos y establecimientos, la mesa camilla, con su brasero eléctrico o de picón en el ámbito rural, sigue estando presente en multitud de hogares. Ante la crisis energética que padecemos puedo garantizar que es una magnífica solución.

 Otras particularidades

                La mesa camilla va asociada a la imagen de un imán familiar. El frío une mucho y la familia compartía intimidad en compañía de este hogareño foco de calor, aunque en algunas casas hubiera  chimenea. Esta, siempre ubicada en la cocina, fue utilizada durante largos años como “primitiva sala de estar” porque siempre se estaba “calentito”. Por cierto que, con frecuencia, el brasero se alimentaba de las ascuas de la leña que se consumía en la chimenea. Si era de encina, mejor. Se evitaba así el uso del picón. Las ascuas se recogían con la badila o badil.

               Alrededor de la mesa camilla se mantenían, sobre todo por la tarde y por la noche, conversaciones de todo tipo, se intercambiaban opiniones y confidencias y los mayores contaban a los niños aventuras, experiencias y cuentos. No era necesario levantar la voz pues las distancias eran muy cortas. Los juegos y la conversación permitían una rica convivencia entre niños y adultos lo que transmutaba aquel espacio en lugar de encuentro y aprendizaje. En el brasero se podían asar bellotas y castañas para regocijo de mayores y pequeños. ¡Estaban buenísimas!

               La mesa camilla también se usaba como secadora bastante eficaz. Justo debajo del tablero se le podía colocar un cajón cuyo fondo era de tela metálica con grandes agujeros. Entre las enagüillas, el brasero y el metal de la rejilla el calor se aprovechaba al máximo. La única pena era su tamaño: demasiado pequeño, debido a las dimensiones de la mesa, y poca altura, para poder meter las rodillas. También servía como horno: mantenía los platos calientes si alguien llegaba tarde para comer o cenar.

 Problemas

                El brasero de la mesa camilla, en ocasiones, ha sido motivo de intoxicaciones y muertes a causa del monóxido de carbono que se produce por la combustión del picón. Es por eso que las salitas de estar deben de tener cierta ventilación. Los “tufos” son fragmentos de picón que producen humo por haber sufrido una combustión imperfecta en el proceso de preparación. Son muy molestos por el olor y humo que producen. Lo mejor es quitarlos en cuanto se detecten.

               Otro inconveniente que se puede presentar son los incendios: al estar el brasero sobre una tarima de madera y removerlo[7] con la paleta o el badil, se corre el riesgo de que algún ascua caiga fuera y la madera prenda.

Espinilleras "caseras" para proteger del calor.

               Ojo que el brasero puede quemar los zapatos, especialmente los de las personas mayores. Estas, siempre frioleras, se arriman mucho al calor y si el brasero no dispone de alambrera[8] pueden meter los zapatos dentro. El típico olor a goma quemada suele avisar.

               Otro inconveniente es que el exceso de calor prolongado en las piernas produce cabrillas[9] (Eritema AB IGNE) y otros problemas más graves como varices o insuficiencia venosa. Para evitarlas en Alcaracejos se utilizaban unas espinilleras de cartón atadas con cintas por detrás de las pantorrillas. Eran muy útiles y se fabricaban en las propias casas.

 Curiosidades

                Como curiosidades, algo extras, citaremos que en el famoso programa “Con T de Tarde”, presentado por Terelu Campos, podíamos asistir a una tertulia de mesa camilla en la que había un alto nivel cultural.

               A mediados del siglo XX, en mi niñez, recuerdo que en muchos bares de Los Pedroches, incluidos los casinos, se preparaban varias mesas camilla para que la gente se sentara a tomar alguna cosa. Eran una gozada pues te sentías como en tu propia casa.

               En Pozoblanco, en el mítico bar-taberna de pueblo “El Reverendo”, regentado sabiamente por Matías y su familia, hemos disfrutado de la mesa camilla, hasta el 2021, con braseros alimentados por ascuas de encina de la chimenea. ¡Un placer! También solía haber mesas camillas en las reboticas de algunas farmacias.

               En el Museo etnográfico de Hinojosa del Duque, en la típica sala de estar de la época (siglo XX) hay una mesa camilla en la que se podía leer y escuchar la radio.

               Y, entre otras miles de cosas más, el maestro, Jesús Quintero, el sin par “loco de la colina”, fundó la emisora Radio América, cuyo estudio principal dotó de una mesa camilla.



 

 



[1] Si son de tejido más liviano, más adorno que abrigo, se las denomina faldillas, ropilla o enagüillas.

[2] Plataforma, generalmente de madera, levantada a poca altura del suelo que tiene distintos usos.

[3] Recipiente de metal, poco profundo, provisto de un foco de calor en el centro (brasas) usado para calentar un espacio. En la mesa, suele ponerse sobre una tarima. Cierto tipo de braseros se utilizan para calentar las camas.

[4] Carbón muy menudo, hecho de ramas de encina, jara o pino, que solo sirve para los braseros.

[5] Soplillo: era un círculo de esparto con rabo, a modo de abanico, para mover el aire y encender el brasero.

[6] Prenda de punto, generalmente de lana, que usan las mujeres para abrigarse la espalda y los hombros. Es como una capa corta.

[7] En Alcaracejos y algunos pueblos de los Pedroches, darle un palito al brasero o darle un meneo es introducir con cuidado la paleta, mejor por los lados, y hacer que la ceniza se abra dejando al descubierto las ascuas que hay debajo. De esa manera calentaba algo más. Mientras más meneos, menos duraba el picón.

[8] Especie de jaula sin fondo hecha de alambre que se coloca encima del brasero evitando así que los zapatos contacten con las ascuas.

[9] Son unas manchas que se presentan en las piernas debidas al calor directo en la zona afectada. Se denominan cabrillas porque se asemejan a un rebaño de ovejas o cabras.