sábado, 22 de octubre de 2022

La mesa camilla

Paleta, picón, brasero. Tarima, tufo, enagüillas. Mesa camilla, alambrera,

cabrillas, brasa, soplillo y algunas, espinilleras.

                Mi infancia, mi niñez y parte de mi adolescencia va ligada a la mesa camilla y a Alcaracejos. Lo expresado aquí forma parte de la sociología mojina filtrada por mi perspectiva y por mis recuerdos. Seguramente muchos pueblos y hogares de Los Pedroches, y otros lugares, podrán identificarse, total o parcialmente, con lo escrito. Se aceptan sugerencias.

                Este tipo de mesa, aunque su nombre nos puede inducir a pensar que es una mesa que se transforma en cama o algo parecido, es solo una mesa. Con un vocabulario específico que la convierte en “Sol”, son varias las curiosidades que la hacen única: Puerta de un universo particular que la torna entrañable, casi con “alma”… pero es solo una mesa a la que mucha gente añade los calificativos de cálida y mágica y unos recuerdos imborrables.

               Para conocer su origen nos remontamos a la Edad Media, ya que en esa época se adoptó la costumbre, tomada de Roma y Grecia, de cubrir la mesa cuando se organizaban comidas en reuniones. Más recientemente, la mesa camilla debe provenir de nuestros abuelos (quizás finales del siglo XIX y principios del XX) y de una nueva distribución de las casas.

               Habitualmente son redondas, aunque no siempre. Puede haberlas cuadradas o rectangulares. Por tamaño suelen ser pequeñas o al menos no muy grandes y eran algo más bajas que las mesas de comedor para posibilitar ciertas tareas. Su principal característica es que se trata de una mesa cubierta por una tela, faldas o enaguas[1], que, dejada caer, termina a escasa distancia del suelo por todos lados. La mesa encaja, o tiene sujeta a ella,  en una tarima[2] de madera situada al final de sus patas, a ras del suelo, para evitar que los pies lo toquen. En su centro hay un agujero circular donde se coloca el brasero[3], antiguamente de picón[4], que se solía encender con los rescoldos del anterior dando aire con un soplillo[5]. Este era el antiguo sistema de calefacción: el calor que proporciona la combustión lenta del picón se queda almacenado debajo de la mesa ya que el faldón o camilla no lo deja salir, aunque en algunas casas levantaban las enagüillas para que el aire cálido escapara y calentara la estancia.

               La familia, sobre todo en invierno, se reunía alrededor de la mesa camilla. Allí giraba la vida de la casa. Al tener calientes las piernas y los pies, sientes caliente todo el cuerpo. También podías calentarte las manos. Las personas mayores se protegían la espalda con una toquilla[6], complemento ideal de la mesa camilla.

               En aquellos tiempos, en las casas, había una sala especial para recibir visitas en la cual se colocaban unos canapés poco o nada confortables. En otra habitación, aparte, estaba la sala de estar con su mesa camilla y asientos para toda la familia. En una repisa o en otra mesa auxiliar solía estar la radio para escuchar las noticias, radionovelas, rezar el rosario, oír música etc. Sobre la mesa se jugaba a las cartas, al parchís y a la Oca, se leía … y en torno a ella, las mujeres hacían punto, cosían y bordaban. Para comer se colocaba siempre un mantel encima del tablero.

               Hoy día estas mesas han casi desaparecido aunque en los pueblos aún se utilizan. El brasero de picón se ha cambiado por uno eléctrico o un radiador de aceite. La sala de estar y la sala de las visitas terminaron fusionándose en una sola habitación con sofás o sillones para ver la tele. Aunque la calefacción central es hoy lo más frecuente en casas, pisos y establecimientos, la mesa camilla, con su brasero eléctrico o de picón en el ámbito rural, sigue estando presente en multitud de hogares. Ante la crisis energética que padecemos puedo garantizar que es una magnífica solución.

 Otras particularidades

                La mesa camilla va asociada a la imagen de un imán familiar. El frío une mucho y la familia compartía intimidad en compañía de este hogareño foco de calor, aunque en algunas casas hubiera  chimenea. Esta, siempre ubicada en la cocina, fue utilizada durante largos años como “primitiva sala de estar” porque siempre se estaba “calentito”. Por cierto que, con frecuencia, el brasero se alimentaba de las ascuas de la leña que se consumía en la chimenea. Si era de encina, mejor. Se evitaba así el uso del picón. Las ascuas se recogían con la badila o badil.

               Alrededor de la mesa camilla se mantenían, sobre todo por la tarde y por la noche, conversaciones de todo tipo, se intercambiaban opiniones y confidencias y los mayores contaban a los niños aventuras, experiencias y cuentos. No era necesario levantar la voz pues las distancias eran muy cortas. Los juegos y la conversación permitían una rica convivencia entre niños y adultos lo que transmutaba aquel espacio en lugar de encuentro y aprendizaje. En el brasero se podían asar bellotas y castañas para regocijo de mayores y pequeños. ¡Estaban buenísimas!

               La mesa camilla también se usaba como secadora bastante eficaz. Justo debajo del tablero se le podía colocar un cajón cuyo fondo era de tela metálica con grandes agujeros. Entre las enagüillas, el brasero y el metal de la rejilla el calor se aprovechaba al máximo. La única pena era su tamaño: demasiado pequeño, debido a las dimensiones de la mesa, y poca altura, para poder meter las rodillas. También servía como horno: mantenía los platos calientes si alguien llegaba tarde para comer o cenar.

 Problemas

                El brasero de la mesa camilla, en ocasiones, ha sido motivo de intoxicaciones y muertes a causa del monóxido de carbono que se produce por la combustión del picón. Es por eso que las salitas de estar deben de tener cierta ventilación. Los “tufos” son fragmentos de picón que producen humo por haber sufrido una combustión imperfecta en el proceso de preparación. Son muy molestos por el olor y humo que producen. Lo mejor es quitarlos en cuanto se detecten.

               Otro inconveniente que se puede presentar son los incendios: al estar el brasero sobre una tarima de madera y removerlo[7] con la paleta o el badil, se corre el riesgo de que algún ascua caiga fuera y la madera prenda.

Espinilleras "caseras" para proteger del calor.

               Ojo que el brasero puede quemar los zapatos, especialmente los de las personas mayores. Estas, siempre frioleras, se arriman mucho al calor y si el brasero no dispone de alambrera[8] pueden meter los zapatos dentro. El típico olor a goma quemada suele avisar.

               Otro inconveniente es que el exceso de calor prolongado en las piernas produce cabrillas[9] (Eritema AB IGNE) y otros problemas más graves como varices o insuficiencia venosa. Para evitarlas en Alcaracejos se utilizaban unas espinilleras de cartón atadas con cintas por detrás de las pantorrillas. Eran muy útiles y se fabricaban en las propias casas.

 Curiosidades

                Como curiosidades, algo extras, citaremos que en el famoso programa “Con T de Tarde”, presentado por Terelu Campos, podíamos asistir a una tertulia de mesa camilla en la que había un alto nivel cultural.

               A mediados del siglo XX, en mi niñez, recuerdo que en muchos bares de Los Pedroches, incluidos los casinos, se preparaban varias mesas camilla para que la gente se sentara a tomar alguna cosa. Eran una gozada pues te sentías como en tu propia casa.

               En Pozoblanco, en el mítico bar-taberna de pueblo “El Reverendo”, regentado sabiamente por Matías y su familia, hemos disfrutado de la mesa camilla, hasta el 2021, con braseros alimentados por ascuas de encina de la chimenea. ¡Un placer! También solía haber mesas camillas en las reboticas de algunas farmacias.

               En el Museo etnográfico de Hinojosa del Duque, en la típica sala de estar de la época (siglo XX) hay una mesa camilla en la que se podía leer y escuchar la radio.

               Y, entre otras miles de cosas más, el maestro, Jesús Quintero, el sin par “loco de la colina”, fundó la emisora Radio América, cuyo estudio principal dotó de una mesa camilla.



 

 



[1] Si son de tejido más liviano, más adorno que abrigo, se las denomina faldillas, ropilla o enagüillas.

[2] Plataforma, generalmente de madera, levantada a poca altura del suelo que tiene distintos usos.

[3] Recipiente de metal, poco profundo, provisto de un foco de calor en el centro (brasas) usado para calentar un espacio. En la mesa, suele ponerse sobre una tarima. Cierto tipo de braseros se utilizan para calentar las camas.

[4] Carbón muy menudo, hecho de ramas de encina, jara o pino, que solo sirve para los braseros.

[5] Soplillo: era un círculo de esparto con rabo, a modo de abanico, para mover el aire y encender el brasero.

[6] Prenda de punto, generalmente de lana, que usan las mujeres para abrigarse la espalda y los hombros. Es como una capa corta.

[7] En Alcaracejos y algunos pueblos de los Pedroches, darle un palito al brasero o darle un meneo es introducir con cuidado la paleta, mejor por los lados, y hacer que la ceniza se abra dejando al descubierto las ascuas que hay debajo. De esa manera calentaba algo más. Mientras más meneos, menos duraba el picón.

[8] Especie de jaula sin fondo hecha de alambre que se coloca encima del brasero evitando así que los zapatos contacten con las ascuas.

[9] Son unas manchas que se presentan en las piernas debidas al calor directo en la zona afectada. Se denominan cabrillas porque se asemejan a un rebaño de ovejas o cabras.

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