En
mayo de 2021, José Luis González Peralbo me hizo llegar una curiosa información
sobre el cura Meloja, don Alfonso Cabrera Gallardo, y su relación con la
parroquia de Alcaracejos. La información está contenida en el libro
“Pozoblanco, pueblo levítico”. Estudio del Clero Pozoalbense, obra del cronista
Manuel Moreno Valero publicada en 2015 por CórdobaLibros.
Comenta
José Luis que hay algunas referencias a la iglesia de Alcaracejos, de la que
fue párroco en la primera mitad del siglo XIX; de hecho, el bisabuelo de don Alfonso, Bartolomé
de Santamaría Cabrera, fue escribano de Alcaracejos en las primeras décadas del
siglo XVIII y alguno de los hijos de éste llegaron a nacer en este pueblo, aunque
todos procedieran de Pozoblanco y retornasen después al mismo. Bartolomé de
Santamaría Cabrera obtuvo finalmente la plaza en Pozoblanco, de donde era
natural. El cura Meloja tuvo una sola hermana, una de las tatarabuelas de José
Luis por parte materna.
Don
Alfonso Cabrera Gallardo tuvo siempre un gran aprecio por la parroquia y por los
vecinos de Alcaracejos y Moreno Valero se encarga de señalarlo. En la referencia que
González Peralbo me envía figura también una carta de Saturnino González
Reguera, que acababa de llegar a Pozoblanco procedente de tierras vallisoletanas
y por los vericuetos de la historia es también otro de sus tatarabuelos, en
este caso por parte paterna.
Yéndonos directamente al libro encontramos que don Alfonso Cabrera Gallardo nació en Pozoblanco el 16 de abril de 1803 y ese mismo día fue bautizado como Alfonso Antonio Celestino por don Alfonso Díaz Cañadas, examinador sinodal de los obispados de Córdoba y Astorga, vicario y cura de las iglesias de dicha villa.
Sus padres fueron Bartolomé Cabrera y
Rosalía Gallardo. Abuelos paternos Alfonso Cabrera y Ana López y los maternos
don Manuel Gallardo y María Cabrera.
En 1824 todavía era colegial en el
Seminario de Córdoba. Su tonsura tuvo lugar en junio de 1824, ceremonia
litúrgica de la Iglesia Católica que consistía en efectuar un círculo rasurado
en la coronilla para indicar su consagración a Dios y su entrada en el clero.
Tenía 23 años. A continuación pasó por las órdenes menores (ostiariado,
lectorado, exorcistado y acolitado) y fue subdiácono en diciembre de 1824,
diácono en 1825 y presbítero en 1827. Se ordenó a título de patrimonio[1],
produciendo la renta -congrua[2]- que se
exige en este obispado. Su primer destino fue Belalcázar, por tanto su vida
sacerdotal se inició ya comenzada la década ominosa (1823-1833)[3] y dada
su condición e ideas políticas sufrió directamente las consecuencias del enfrentamiento
entre carlistas y fernandinos. En esa pugna está claro que, aunque sus ideas fueran
más avanzadas, Ildefonso (Alfonso) prefería apoyar el régimen fernandino frente
a los intentos carlistas (facciosos). Los liberales prefirieron soportar a
Fernando VII antes que la posibilidad de que los carlistas ocupasen el trono.
Se tienen noticias de la implicación del Cura Meloja en el repique de campanas
por la victoria en un enfrentamiento contra los carlistas, muy activos en Los
Pedroches y comarcas circunvecinas. Al parecer, por este motivo, y algún
otro detalle más, lo recluyeron en el monasterio franciscano de Pedroche.
El 8 de agosto de 1829 sustituyó como
vicario de Alcaracejos a don Alfonso Calero Pedrajas. También se le nombró cura
colector. “Reparó la parroquia y el retablo de 1834. Puso 4.120 baldosas, a 24
reales cada 100 baldosas, que importaron 989 reales su colocación con la
inclusión de cal, tierra y arena. También reparó las gradas del presbiterio y
colocó en él una baranda de hierro. El retablo estaba indecente, viejo y
ruinoso a punto de irse al suelo, “su reparo es incalculable por ser obra muy
antigua” y en su lugar fue más fácil y económico construir un Tabernáculo[4] que
costó 5.500 reales. Para abrigo de la iglesia y comodidad de los fieles se acordó
construir un cancel[5]
que costó 1.500 reales[6]. El
autor de estas obras fue el alarife pozoalbense, José Cabrera, que por entonces
alternaba con obras en el Monasterio de Guadalupe junto al también pozoalbense
Fray Alonso de Torres.
Cuando estaba haciendo acopio de
materiales para las obras en la parroquia de San Andrés de Alcaracejos, el
general carlista Miguel Gómez Dalmas invadió Córdoba y sus pueblos[7], lo cual
dificultó los trabajos y hubo de suspenderlos.
Puso todo su empeño en cobrar las
deudas que la Parroquia de Torremilano tenía con la fábrica de la Parroquia de
Alcaracejos y contabilizó con rigor las cuentas de las capellanías. Tuvo
predilección por la piedad popular, revitalizando las diferentes cofradías
establecidas en la parroquia: Virgen de Guía, Vera Cruz, Santo Rosario y Santa
Lucía.
Suponemos que muchas de las obras
realizadas durante su estancia en Alcaracejos correrían de su parte, dada su
proverbial generosidad. Habiendo reemplazado la vicaría de Alcaracejos por la
de Santa Catalina en Pozoblanco, siguió aportando fondos de su patrimonio para
mayor esplendor de aquel templo parroquial. Según Juan Leal, vicario que le
sustituyó en Alcaracejos, adquirió una capa de coro, de color blanco, en Toledo
que le costó 700 reales, prenda imposible de adquirir con los fondos
parroquiales. También costeó un manto para la Virgen de Guía por valor de 800
reales[8].
En su testamento también se acordó de
esta parroquia y los albaceas entregaron a don Juan Leal Carmona, vicario de
Alcaracejos, la cantidad de mil reales, sin señalar el fin de dicha cantidad.
El párroco la invirtió en la sustitución de una campana que estaba inutilizada[9].
Ejerció su ministerio sacerdotal en
Hinojosa del Duque y Alcaracejos y el 28 de octubre de 1847 lo nombraron cura
ecónomo de Santa Catalina en Pozoblanco, oficializándose su toma de posesión el
11 de noviembre del mismo año.
Hay constancia documental de su
abnegada labor, en favor de enfermos y desfavorecidos, durante la epidemia de
cólera que asoló Pozoblanco en 1860. Visitó y consoló con limosnas y auxilios
espirituales a las familias más pobres o más afectadas por la enfermedad.
Su capital era cuantioso y procedía de
sus antepasados: Cabrera y Gallardo, escribanos y grandes propietarios. La
famosa casa, ya inexistente, situada en la actual Plaza de la Constitución, antes
del Capitán Cañizares, la adquirió en 1850 y sus sobrinos como herederos, la
vendieron tras su fallecimiento. En protocolos notariales pueden verse
abundantes documentos sobre compras y ventas de inmuebles llevadas a cabo por
este personaje, tanto en Pozoblanco como en Alcaracejos, donde fue párroco y
dejó gratos recuerdos.Casa del Cura Meloja (*)
Alfonso Cabrera Gallardo fue un
adelantado de su época: en aquellos tiempos compró terrenos y construyó
viviendas para repartirlas entre las gentes más humildes. Aparte de destacar
por su fortuna, y alguna excentricidad, era conocido por sus dichos y frases
graciosas. Testimonios orales cuentan que tiraba alpargatas a la gente desde el
balcón de su casa. Por Pozoblanco aún circulan frases que lo recuerdan, como
por ejemplo: “Eres más raro que el Cura
Meloja” o “Tienes cosas del Cura Meloja”.
Al no conocer la procedencia del apelativo "Meloja", le he preguntado a José Luis González Peralbo. Como siempre, con su acostumbrada generosidad, rauda y sin límites, me respondió. Por su contenido, claridad y riqueza de matices transcribo su respuesta al pie de la letra:
" Sobre el apelativo de Meloja se trata sin duda de uno de los motes que
acompañaban prácticamente a todos los linajes de la villa. A mi abuelo materno,
Bartolomé Peralbo, lo conocían como Tolito Meloja. Pero curiosamente ese Meloja
que arrastramos ahora los Peralbo de mi rama proviene precisamente de este
cura. Hasta principios del XIX Meloja era el mote de una de las ramas de
Cabrera, pero dado que el cura no tuvo descendencia (que sepamos, no era como
el famoso cura bermejo de Añora) y su única hermana, Feliza, casó con un
Peralbo (mi ancestro) el resultado fue que los descendientes del matrimonio
Peralbo Cabrera heredaron el apelativo Meloja que venía de la madre. Y ahora
son los Peralbo y no los Cabrera quienes poseemos el título.
Sobre la meloja, te voy a contar algo que se ha transmitido en mi familia
de generación en generación aunque el origen y su credibilidad se hunde en el
pasado remoto y no sé si está relacionado con los Cabrera, los Peralbo por
consorte, o con otras familias y apodos.
Con motivo de una de aquellas visitas domésticas que se hacían
frecuentemente antes entre familiares, vecinos y conocidos, los niños de la
familia fueron invitados a despejar la estancia para no estorbar la
conversación de los mayores. Se refugiaron en la estancia destinada a despensa
y allí se entretuvieron en aplacar su hambre con los alimentos más golosos que
encontraron, entre ellos la orza que contenía la dulce meloja. No hicieron
mucho ruido pero de vez en cuando se presentaban ante los mayores y preguntaban
¿madre, la meloja tiene patas?
La madre contestaba con un "¿cómo va a tener patas la meloja?, anda,
no digáis tonterías y dejadnos en paz". Los niños regresaron al cabo de
cierto tiempo y preguntaron si la meloja tenía orejas. Y poco después, por
tercera vez, cuestionaron si la meloja tenía rabo.
Los mayores, muy escamados, decidieron a su pesar levantarse y comprobar a
qué venían tantos disparates y así constataron que en la orza de meloja había
caído, y perecido, un ratón (al igual que las moscas y el rico panal de miel).
Las visitas no desaprovecharon la ocasión para pregonar a todo el mundo la
ocurrencia y el resultado fue que los miembros de la familia cicerone pasaron a
ser los de la Meloja, los meloja.
Es una historia que se ha contado en mi familia "desde tiempo
inmemorial" pero no sé si los derechos de autor son nuestros, pertenecen a
otros o, simplemente, se trata de una leyenda común a otras zonas. Pero como me
lo han contado así te lo transmito. Y sí, puesto que mi familia disponía de
campo y colmenas, te puedo confirmar que yo he conocido y comido en mi casa la
famosa meloja (aunque sin patas, orejas ni rabo)".
Es pues esta entrada el resultado de la extraordinaria y desinteresada colaboración de Jose Luis González Peralbo, profesor, escritor, investigador, cronista y amigo. ¡ Gracias José Luis!
[1] La Iglesia quiso siempre que los clérigos ingresaran
en el sagrado ministerio mediante su adscripción a una iglesia, para evitar así
la vagancia o que se dedicaran a oficios indecorosos ajenos a su estado.
[2] Renta que debe de tener el que recibe órdenes
sagradas.
[3] Década ominosa o abominable: Última fase del reinado
de Fernando VII. Tras el trienio liberal (1820-1823). Menéndez Pelayo calificó
esta etapa de absolutismo feroz, degradante y sombrío: los liberales sufrieron
la represión y el exilio durante esos diez años.
[4] 1.- En la religión católica, sagrario donde se guarda
el pan consagrado en la Eucaristía. 2.- Tienda en la que habitaban los antiguos
hebreos.
[5] Contrapuerta, generalmente de tres hojas, una de
frente y dos laterales, ajustadas estas a las jambas de la puerta de entrada y
cerrado todo por un techo para evitar las corrientes de aire y amortiguar los
ruidos exteriores.
[6] Archivo General Obispado de Córdoba. Despachos
ordinarios. Caja 7.038, exp 28.
[7] La primera guerra carlista acaeció entre 1833-1840. El
1 de octubre de 1836 la ciudad de Córdoba fue conquistada. La ocupación fue
breve, apenas dos semanas, pero dejó honda impresión en los cordobeses.
[8] AGOC. Despachos ordinarios. Caja 7.038, exp. 71.
[9] Idem. Exp. 94.
(*) Taberna y relojería, hasta principios de los años setenta (1970), de Adolfo Rubio Leal y Alicia, en plaza Capitán Cañizares, situada en medio de la farmacia de don Justo Castro y la tienda de Box. Anteriormente casa del popular cura Meloja. Su puerta falsa daba a la calle Jesús. Sede de muchas aparcerías de los hermanos de la Virgen de Luna ya que Adolfo fue Sargento de la Cofradía. Texto síntesis de las aportaciones en Facebook "Pozoblanco, mi pueblo" de Alicia Márquez Rubio, José Luis Torrico García y Toñi Marín Domínguez.
ME HA GUSTADO LA HISTORIA
ResponderEliminar¡¡Gracias!!. Saludos.
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