martes, 5 de septiembre de 2023

Don Alfonso Cabrera Gallardo: El cura Meloja en Alcaracejos

 

El presbítero Alfonso Cabrera Gallardo. Foto que recoge Andrés Muñoz Calero en su breve biografía sobre pozoalbenses destacados (Cuadernos del Gallo, nº 1. Enero 1993). No constan datos sobre su autoría ni fecha. Debe estar tomada en la última etapa de su vida. Falleció en 1871.

               En mayo de 2021, José Luis González Peralbo me hizo llegar una curiosa información sobre el cura Meloja, don Alfonso Cabrera Gallardo, y su relación con la parroquia de Alcaracejos. La información está contenida en el libro “Pozoblanco, pueblo levítico”. Estudio del Clero Pozoalbense, obra del cronista Manuel Moreno Valero publicada en 2015 por CórdobaLibros.

               Comenta José Luis que hay algunas referencias a la iglesia de Alcaracejos, de la que fue párroco en la primera mitad del siglo XIX; de hecho, el bisabuelo de don Alfonso, Bartolomé de Santamaría Cabrera, fue escribano de Alcaracejos en las primeras décadas del siglo XVIII y alguno de los hijos de éste llegaron a nacer en este pueblo, aunque todos procedieran de Pozoblanco y retornasen después al mismo. Bartolomé de Santamaría Cabrera obtuvo finalmente la plaza en Pozoblanco, de donde era natural. El cura Meloja tuvo una sola hermana, una de las tatarabuelas de José Luis por parte materna.

               Don Alfonso Cabrera Gallardo tuvo siempre un gran aprecio por la parroquia y por los vecinos de Alcaracejos y Moreno Valero se encarga de señalarlo. En la referencia que González Peralbo me envía figura también una carta de Saturnino González Reguera, que acababa de llegar a Pozoblanco procedente de tierras vallisoletanas y por los vericuetos de la historia es también otro de sus tatarabuelos, en este caso por parte paterna.

 ***


Yéndonos directamente al libro encontramos que don Alfonso Cabrera Gallardo nació en Pozoblanco el 16 de abril de 1803 y ese mismo día fue bautizado como Alfonso Antonio Celestino por don Alfonso Díaz Cañadas, examinador sinodal de los obispados de Córdoba y Astorga, vicario y cura de las iglesias de dicha villa.

Sus padres fueron Bartolomé Cabrera y Rosalía Gallardo. Abuelos paternos Alfonso Cabrera y Ana López y los maternos don Manuel Gallardo y María Cabrera.

En 1824 todavía era colegial en el Seminario de Córdoba. Su tonsura tuvo lugar en junio de 1824, ceremonia litúrgica de la Iglesia Católica que consistía en efectuar un círculo rasurado en la coronilla para indicar su consagración a Dios y su entrada en el clero. Tenía 23 años. A continuación pasó por las órdenes menores (ostiariado, lectorado, exorcistado y acolitado) y fue subdiácono en diciembre de 1824, diácono en 1825 y presbítero en 1827. Se ordenó a título de patrimonio[1], produciendo la renta -congrua[2]- que se exige en este obispado. Su primer destino fue Belalcázar, por tanto su vida sacerdotal se inició ya comenzada la década ominosa (1823-1833)[3] y dada su condición e ideas políticas sufrió directamente las consecuencias del enfrentamiento entre carlistas y fernandinos. En esa pugna está claro que, aunque sus ideas fueran más avanzadas, Ildefonso (Alfonso) prefería apoyar el régimen fernandino frente a los intentos carlistas (facciosos). Los liberales prefirieron soportar a Fernando VII antes que la posibilidad de que los carlistas ocupasen el trono. Se tienen noticias de la implicación del Cura Meloja en el repique de campanas por la victoria en un enfrentamiento contra los carlistas, muy activos en Los Pedroches y comarcas circunvecinas. Al parecer, por este motivo, y algún otro detalle más, lo recluyeron en el monasterio franciscano de Pedroche.

El 8 de agosto de 1829 sustituyó como vicario de Alcaracejos a don Alfonso Calero Pedrajas. También se le nombró cura colector. “Reparó la parroquia y el retablo de 1834. Puso 4.120 baldosas, a 24 reales cada 100 baldosas, que importaron 989 reales su colocación con la inclusión de cal, tierra y arena. También reparó las gradas del presbiterio y colocó en él una baranda de hierro. El retablo estaba indecente, viejo y ruinoso a punto de irse al suelo, “su reparo es incalculable por ser obra muy antigua” y en su lugar fue más fácil y económico construir un Tabernáculo[4] que costó 5.500 reales. Para abrigo de la iglesia y comodidad de los fieles se acordó construir un cancel[5] que costó 1.500 reales[6]. El autor de estas obras fue el alarife pozoalbense, José Cabrera, que por entonces alternaba con obras en el Monasterio de Guadalupe junto al también pozoalbense Fray Alonso de Torres.

Cuando estaba haciendo acopio de materiales para las obras en la parroquia de San Andrés de Alcaracejos, el general carlista Miguel Gómez Dalmas invadió Córdoba y sus pueblos[7], lo cual dificultó los trabajos y hubo de suspenderlos.

Puso todo su empeño en cobrar las deudas que la Parroquia de Torremilano tenía con la fábrica de la Parroquia de Alcaracejos y contabilizó con rigor las cuentas de las capellanías. Tuvo predilección por la piedad popular, revitalizando las diferentes cofradías establecidas en la parroquia: Virgen de Guía, Vera Cruz, Santo Rosario y Santa Lucía.

Suponemos que muchas de las obras realizadas durante su estancia en Alcaracejos correrían de su parte, dada su proverbial generosidad. Habiendo reemplazado la vicaría de Alcaracejos por la de Santa Catalina en Pozoblanco, siguió aportando fondos de su patrimonio para mayor esplendor de aquel templo parroquial. Según Juan Leal, vicario que le sustituyó en Alcaracejos, adquirió una capa de coro, de color blanco, en Toledo que le costó 700 reales, prenda imposible de adquirir con los fondos parroquiales. También costeó un manto para la Virgen de Guía por valor de 800 reales[8].

En su testamento también se acordó de esta parroquia y los albaceas entregaron a don Juan Leal Carmona, vicario de Alcaracejos, la cantidad de mil reales, sin señalar el fin de dicha cantidad. El párroco la invirtió en la sustitución de una campana que estaba inutilizada[9].

Ejerció su ministerio sacerdotal en Hinojosa del Duque y Alcaracejos y el 28 de octubre de 1847 lo nombraron cura ecónomo de Santa Catalina en Pozoblanco, oficializándose su toma de posesión el 11 de noviembre del mismo año.

Hay constancia documental de su abnegada labor, en favor de enfermos y desfavorecidos, durante la epidemia de cólera que asoló Pozoblanco en 1860. Visitó y consoló con limosnas y auxilios espirituales a las familias más pobres o más afectadas por la enfermedad.

Casa del Cura Meloja (*)
Su capital era cuantioso y procedía de sus antepasados: Cabrera y Gallardo, escribanos y grandes propietarios. La famosa casa, ya inexistente, situada en la actual Plaza de la Constitución, antes del Capitán Cañizares, la adquirió en 1850 y sus sobrinos como herederos, la vendieron tras su fallecimiento. En protocolos notariales pueden verse abundantes documentos sobre compras y ventas de inmuebles llevadas a cabo por este personaje, tanto en Pozoblanco como en Alcaracejos, donde fue párroco y dejó gratos recuerdos.

Alfonso Cabrera Gallardo fue un adelantado de su época: en aquellos tiempos compró terrenos y construyó viviendas para repartirlas entre las gentes más humildes. Aparte de destacar por su fortuna, y alguna excentricidad, era conocido por sus dichos y frases graciosas. Testimonios orales cuentan que tiraba alpargatas a la gente desde el balcón de su casa. Por Pozoblanco aún circulan frases que lo recuerdan, como por ejemplo: “Eres más raro que el Cura Meloja” o “Tienes cosas del Cura Meloja”.

Al no conocer la procedencia del apelativo "Meloja", le he preguntado a José Luis González Peralbo. Como siempre, con su acostumbrada generosidad, rauda y sin límites, me respondió. Por su contenido, claridad y riqueza de matices transcribo su respuesta al pie de la letra:

" Sobre el apelativo de Meloja se trata sin duda de uno de los motes que acompañaban prácticamente a todos los linajes de la villa. A mi abuelo materno, Bartolomé Peralbo, lo conocían como Tolito Meloja. Pero curiosamente ese Meloja que arrastramos ahora los Peralbo de mi rama proviene precisamente de este cura. Hasta principios del XIX Meloja era el mote de una de las ramas de Cabrera, pero dado que el cura no tuvo descendencia (que sepamos, no era como el famoso cura bermejo de Añora) y su única hermana, Feliza, casó con un Peralbo (mi ancestro) el resultado fue que los descendientes del matrimonio Peralbo Cabrera heredaron el apelativo Meloja que venía de la madre. Y ahora son los Peralbo y no los Cabrera quienes poseemos el título.

Sobre la meloja, te voy a contar algo que se ha transmitido en mi familia de generación en generación aunque el origen y su credibilidad se hunde en el pasado remoto y no sé si está relacionado con los Cabrera, los Peralbo por consorte, o con otras familias y apodos.

Con motivo de una de aquellas visitas domésticas que se hacían frecuentemente antes entre familiares, vecinos y conocidos, los niños de la familia fueron invitados a despejar la estancia para no estorbar la conversación de los mayores. Se refugiaron en la estancia destinada a despensa y allí se entretuvieron en aplacar su hambre con los alimentos más golosos que encontraron, entre ellos la orza que contenía la dulce meloja. No hicieron mucho ruido pero de vez en cuando se presentaban ante los mayores y preguntaban ¿madre, la meloja tiene patas?

La madre contestaba con un "¿cómo va a tener patas la meloja?, anda, no digáis tonterías y dejadnos en paz". Los niños regresaron al cabo de cierto tiempo y preguntaron si la meloja tenía orejas. Y poco después, por tercera vez, cuestionaron si la meloja tenía rabo.

Los mayores, muy escamados, decidieron a su pesar levantarse y comprobar a qué venían tantos disparates y así constataron que en la orza de meloja había caído, y perecido, un ratón (al igual que las moscas y el rico panal de miel).

Las visitas no desaprovecharon la ocasión para pregonar a todo el mundo la ocurrencia y el resultado fue que los miembros de la familia cicerone pasaron a ser los de la Meloja, los meloja.

Es una historia que se ha contado en mi familia "desde tiempo inmemorial" pero no sé si los derechos de autor son nuestros, pertenecen a otros o, simplemente, se trata de una leyenda común a otras zonas. Pero como me lo han contado así te lo transmito. Y sí, puesto que mi familia disponía de campo y colmenas, te puedo confirmar que yo he conocido y comido en mi casa la famosa meloja (aunque sin patas, orejas ni rabo)".

Es pues esta entrada el resultado de la extraordinaria y desinteresada colaboración de Jose Luis González Peralbo, profesor, escritor, investigador, cronista y amigo. ¡ Gracias José Luis! 



[1] La Iglesia quiso siempre que los clérigos ingresaran en el sagrado ministerio mediante su adscripción a una iglesia, para evitar así la vagancia o que se dedicaran a oficios indecorosos ajenos a su estado.

[2] Renta que debe de tener el que recibe órdenes sagradas.

[3] Década ominosa o abominable: Última fase del reinado de Fernando VII. Tras el trienio liberal (1820-1823). Menéndez Pelayo calificó esta etapa de absolutismo feroz, degradante y sombrío: los liberales sufrieron la represión y el exilio durante esos diez años.

[4] 1.- En la religión católica, sagrario donde se guarda el pan consagrado en la Eucaristía. 2.- Tienda en la que habitaban los antiguos hebreos.

[5] Contrapuerta, generalmente de tres hojas, una de frente y dos laterales, ajustadas estas a las jambas de la puerta de entrada y cerrado todo por un techo para evitar las corrientes de aire y amortiguar los ruidos exteriores.

[6] Archivo General Obispado de Córdoba. Despachos ordinarios. Caja 7.038, exp 28.

[7] La primera guerra carlista acaeció entre 1833-1840. El 1 de octubre de 1836 la ciudad de Córdoba fue conquistada. La ocupación fue breve, apenas dos semanas, pero dejó honda impresión en los cordobeses.

[8] AGOC. Despachos ordinarios. Caja 7.038, exp. 71.

[9] Idem. Exp. 94.

(*) Taberna y relojería, hasta principios de los años setenta (1970), de Adolfo Rubio Leal y Alicia, en plaza Capitán Cañizares, situada en medio de la farmacia de don Justo Castro y la tienda de Box. Anteriormente casa del popular cura Meloja. Su puerta falsa daba a la calle Jesús. Sede de muchas aparcerías de los hermanos de la Virgen de Luna ya que Adolfo fue Sargento de la Cofradía. Texto síntesis de las aportaciones en Facebook "Pozoblanco, mi pueblo" de Alicia Márquez Rubio, José Luis Torrico García y Toñi Marín Domínguez.

2 comentarios: