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Paraje de La Cañada, Alcaracejos (2011, Google) |
La palabra Cañada nos proyecta la
imagen y el sonido de multitud de ovejas guiadas por sus pastores y sus perros.
Las cañadas, con más de 70 metros de anchura, son las hermanas mayores de los cordeles,
37’5 m., veredas, hasta 20 m. y coladas, menos de 20 m. Por su importancia y
uso por la trashumancia, las cañadas más importantes se convirtieron en “reales”
y fueron reguladas por edicto del rey Alfonso X el Sabio en 1273. En su
conjunto, si observamos el mapa de España, eran como una cortina de autopistas que
bajaban y unían el norte con el centro y el sur. Por nuestro término pasa la
Cañada Real Soriana Oriental, vía de excepcional importancia que, con más de 800
kilómetros, comienza en Soria y llega hasta Sevilla.
Alcaracejos
tiene su propia Cañada. Se conoce así un ensanchamiento del antiguo camino de
Córdoba a Almadén que, en el casco urbano más actual, iba por el callejón del
Hospital, calle Empedrada, Travesía de Ramón y Cajal a San Isidro y Campo de
Deportes, según José López Navarrete, archivo viviente y generoso de historias
poco escritas, un Alcaracejos encarnado.
Cuando
éramos niños, recién inaugurados los sesenta, la Cañada era un gran espacio
abierto limitado por la cara este del entonces campo de fútbol S. Isidro, un
recinto cerrado con paredes de barro construido, posiblemente, por una empresa
minera que por entonces explotaba el subsuelo del término mojino. En la esquina
sur, a la derecha del rectángulo, por fuera, tenían por costumbre acampar los
gitanos con sus familias. Sus vistosos carromatos los identificaban desde lejos.
Allí montaban su campamento. Estaban solamente unos días. Siempre había una
lumbre encendida con un puchero puesto y niños mal vestidos merodeando a su
alrededor acompañados de galgos, muy flacuchos, con un palo delgado colgado de
su cuello. Al parecer, este extraño colgante, hoy desaparecido, dificulta su carrera
al golpear las patas delanteras y evitan que se alejen de la gente que cuidan.
La particular forma de vivir de estas personas, yendo de un lado para otro y
siempre al aire libre, era un ejemplo claro de un nomadismo típico en la España
de la época, mezcla de costumbres y, con total certeza, de necesidad. En
cualquier caso, siempre formarán parte de las imágenes de mi niñez.
En
esa gran explanada, al fondo, a la izquierda, había un pozo con abrevaderos y
una serie de prismas cuadrangulares, alineados, hechos de pizarra, granito y de
ladrillos, no demasiado altos. Sobre ellos ponían las mujeres el barreño de
cinc y en su interior la tabla escalonada para lavar la ropa. Allí hacían la
colada a base de sus manos y de jabón de sosa. La imagen de una mujer, con
rodete y barreño conteniendo la ropa sobre su erguido cuello, la mantengo en mi
mente. Un día desapareció el conjunto
y quedó, por fortuna, solo el pozo, su brocal y tres pilas de granito. Gozan de
la protección de una serie de pequeños postes, de granito también, que bordean
un semicírculo.
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Dibujo del antiguo depósito de agua (1960). Goval |
A
la derecha de ese lavadero público, entre él y el cementerio, en un pequeño
promontorio estaba un depósito de agua que venía del Horcajo (Ciudad Real), y
que por horas, y solo en algunas casas, beneficiaba al pueblo. Según López
Navarrete, entre 1975 -76, llegó una empresa al pueblo y arrambló con todo lo
que fuera hierro (tuberías, tapaderas, etc…). Ni del terraplén, que fue bajado
y subido miles de veces con las bicicletas, ni de aquel depósito queda rastro
alguno. En ausencia de fotos, Goval, amigo y excepcional dibujante, nos
refresca la memoria de ese trozo de patrimonio mojino desgraciadamente perdido
para siempre. La
Cañada era también el lugar que acogía la Feria de Ganados, allá por el mes de
septiembre, con motivo de la festividad de San Nicolás de Tolenti- no. Corresponde
a 1950 este fragmento de acta del pleno municipal bajo
la presidencia del alcalde Florián Rísquez Puerto: “La Alcaldía manifiesta que
como la Feria de Ganados se celebrará en la Cañada, es de su parecer que se
necesiten, buscar o confeccionar, dos pilas para abrevar, facultando a la
Alcaldía para que se hagan las gestiones de las mismas y vea si de las pilas
del Pozo denominado nuevo hay alguna sobrante y si es posible trasladar una
más, puesto que dicho lavadero es poco usado. También se acuerda que la
Comisión de Festejos dé principio a las gestiones necesarias para la celebración
de tales fiestas y feria”. Esta feria ganadera fue llevada a la poesía por
Claudio Muriel en 1951:
Por el acuerdo de unos y
la aprobación de otros,
jicieron feria en mi pueblo
pá vender mulos y potros.
¿Pero tú no lo
sabías? Sí hombre… una barbariá,
¡Cómo se pone esos días! de ganao la Cañá!. …
//….
Hoy día los terrenos de la antigua Cañada albergan el Pabellón
Polideportivo, una pequeña placita para los populares festejos taurinos, “las
vaquillas” y, por acuerdo del Ayuntamiento, se instala allí la feria de Julio.
La Plaza de los Pedroches se ha quedado para eventos más tranquilos que no
invadan las madrugadas, normalmente lúdicos o culturales.
A la historia de La Cañada hay que sumar un dato relevante para la
memoria de Alcaracejos: su pozo fue construido por el primer ayuntamiento
republicano en la II República, constituido el 5 de junio de 1931. Esta
afirmación se basa en varias referencias encontradas en su Archivo Municipal: Así
en la sesión extraordinaria del pleno del 14 de julio de 1931 se aprueba “que se haga un pozo para abrevadero público
en La Cañada”. En la
sesión del 2 de agosto, bajo la presidencia de Lorenzo Pedrajas Benítez que
hacía de alcalde accidental, en presencia de las tres cuartas partes del número
total de concejales y dentro del presupuesto del Plan de Obras municipales se
aprueba “la construcción de una fuente en
la Cañada con destino a lavadero público por 6.000 pesetas”. Se
observa el cambio de abrevadero por lavadero, siempre públicos. La última
referencia escrita la podemos ver en el acta del pleno del 16 de agosto de 1931 en la
que “se faculta a la Comisión de obras
públicas para que resuelva lo relativo al desagüe de la fuente que se está
construyendo en la Cañada”.
La confirmación definitiva, a día de hoy, está a la vista de todos/as
en la cara sur del brocal del pozo sito, claro está, en La Cañada. Aunque
alguien trató de borrarlo a golpe de martillo y cincel, herramientas frecuentes
en Los Pedroches, con un poco de paciencia y buscando el mejor ángulo de la luz
que incide, se puede leer: “PRIMER AYUNTAMIENTO REPUBLICANO – 1931”. Las dos
primeras palabras se leen perfectamente. La palabra REPUBLICANO está
conciezudamente borrada, pero la extensión del hueco dejado, alguna letra
suelta y los documentos encontrados me conducen a reafirmarme en lo dicho. La
fecha, algo dudosa también por el daño causado por los golpes, podría ser 1931
ó 1937: a tenor de los datos encontrados en el archivo (AMAL) y que en 1937 no
hubo ningún “primer ayuntamiento” me decanto por 1931. Así pues todo nos lleva
a que el pozo / fuente de La Cañada es señal inequívoca del advenimiento de la
II República en Alcaracejos.
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Inscripción en brocal de la fuente, 2015. Fotos S. Muriel |
Alcaracejos tiene con este santo un voto de agradecimiento perpetuo por haberlo
librado de una epidemia de peste, en 1800 según López Navarrete, J.
HC227.3
Acta del 8 de agosto de 1950, AMAL.
Muriel Rísquez, C., Alcaracejos y otros lugares: una visión muy personal. Edita
Sebastián Muriel, 2018, pág 17.
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