viernes, 10 de diciembre de 2021

La Cañada: retazos de su historia

Paraje de La Cañada, Alcaracejos (2011, Google)

La palabra Cañada nos proyecta la imagen y el sonido de multitud de ovejas guiadas por sus pastores y sus perros. Las cañadas, con más de 70 metros de anchura, son las hermanas mayores de los cordeles, 37’5 m., veredas, hasta 20 m. y coladas, menos de 20 m. Por su importancia y uso por la trashumancia, las cañadas más importantes se convirtieron en “reales” y fueron reguladas por edicto del rey Alfonso X el Sabio en 1273. En su conjunto, si observamos el mapa de España, eran como una cortina de autopistas que bajaban y unían el norte con el centro y el sur. Por nuestro término pasa la Cañada Real Soriana Oriental, vía de excepcional importancia que, con más de 800 kilómetros, comienza en Soria y llega hasta Sevilla.

                Alcaracejos tiene su propia Cañada. Se conoce así un ensanchamiento del antiguo camino de Córdoba a Almadén que, en el casco urbano más actual, iba por el callejón del Hospital, calle Empedrada, Travesía de Ramón y Cajal a San Isidro y Campo de Deportes, según José López Navarrete, archivo viviente y generoso de historias poco escritas, un Alcaracejos encarnado.

                Cuando éramos niños, recién inaugurados los sesenta, la Cañada era un gran espacio abierto limitado por la cara este del entonces campo de fútbol S. Isidro, un recinto cerrado con paredes de barro construido, posiblemente, por una empresa minera que por entonces explotaba el subsuelo del término mojino. En la esquina sur, a la derecha del rectángulo, por fuera, tenían por costumbre acampar los gitanos con sus familias. Sus vistosos carromatos los identificaban desde lejos. Allí montaban su campamento. Estaban solamente unos días. Siempre había una lumbre encendida con un puchero puesto y niños mal vestidos merodeando a su alrededor acompañados de galgos, muy flacuchos, con un palo delgado colgado de su cuello. Al parecer, este extraño colgante, hoy desaparecido, dificulta su carrera al golpear las patas delanteras y evitan que se alejen de la gente que cuidan. La particular forma de vivir de estas personas, yendo de un lado para otro y siempre al aire libre, era un ejemplo claro de un nomadismo típico en la España de la época, mezcla de costumbres y, con total certeza, de necesidad. En cualquier caso, siempre formarán parte de las imágenes de mi niñez.

                En esa gran explanada, al fondo, a la izquierda, había un pozo con abrevaderos y una serie de prismas cuadrangulares, alineados, hechos de pizarra, granito y de ladrillos, no demasiado altos. Sobre ellos ponían las mujeres el barreño de cinc y en su interior la tabla escalonada para lavar la ropa. Allí hacían la colada a base de sus manos y de jabón de sosa. La imagen de una mujer, con rodete y barreño conteniendo la ropa sobre su erguido cuello, la mantengo en mi mente. Un día desapareció el conjunto y quedó, por fortuna, solo el pozo, su brocal y tres pilas de granito. Gozan de la protección de una serie de pequeños postes, de granito también, que bordean un semicírculo.                

Dibujo del antiguo depósito de agua (1960). Goval

A la derecha de ese lavadero público, entre él y el cementerio, en un pequeño promontorio estaba un depósito de agua que venía del Horcajo (Ciudad Real), y que por horas, y solo en algunas casas, beneficiaba al pueblo. Según López Navarrete, entre 1975 -76, llegó una empresa al pueblo y arrambló con todo lo que fuera hierro (tuberías, tapaderas, etc…). Ni del terraplén, que fue bajado y subido miles de veces con las bicicletas, ni de aquel depósito queda rastro alguno. En ausencia de fotos, Goval, amigo y excepcional dibujante, nos refresca la memoria de ese trozo de patrimonio mojino desgraciadamente perdido para siempre.              

 La Cañada era también el lugar que acogía la Feria de Ganados, allá por el mes de septiembre, con motivo de la festividad de San Nicolás de  Tolenti- no[1]. Corresponde a 1950 este fragmento de acta del pleno municipal[2] bajo la presidencia del alcalde Florián Rísquez Puerto: “La Alcaldía manifiesta que como la Feria de Ganados se celebrará en la Cañada, es de su parecer que se necesiten, buscar o confeccionar, dos pilas para abrevar, facultando a la Alcaldía para que se hagan las gestiones de las mismas y vea si de las pilas del Pozo denominado nuevo hay alguna sobrante y si es posible trasladar una más, puesto que dicho lavadero es poco usado. También se acuerda que la Comisión de Festejos dé principio a las gestiones necesarias para la celebración de tales fiestas y feria”. Esta feria ganadera fue llevada a la poesía por Claudio Muriel en 1951[3]:

Por el acuerdo de unos y la aprobación de otros,

jicieron feria en mi pueblo pá vender mulos y potros.

 ¿Pero tú no lo sabías? hombre una barbariá,

¡Cómo se pone esos días! de ganao la Cañá!.  … //….

            Hoy día los terrenos de la antigua Cañada albergan el Pabellón Polideportivo, una pequeña placita para los populares festejos taurinos, “las vaquillas” y, por acuerdo del Ayuntamiento, se instala allí la feria de Julio. La Plaza de los Pedroches se ha quedado para eventos más tranquilos que no invadan las madrugadas, normalmente lúdicos o culturales.

             A la historia de La Cañada hay que sumar un dato relevante para la memoria de Alcaracejos: su pozo fue construido por el primer ayuntamiento republicano en la II República, constituido el 5 de junio de 1931. Esta afirmación se basa en varias referencias encontradas en su Archivo Municipal: Así en la sesión extraordinaria del pleno del 14 de julio de 1931 se aprueba “que se haga un pozo para abrevadero público en La Cañada[4]. En la sesión del 2 de agosto, bajo la presidencia de Lorenzo Pedrajas Benítez que hacía de alcalde accidental, en presencia de las tres cuartas partes del número total de concejales y dentro del presupuesto del Plan de Obras municipales se aprueba “la construcción de una fuente en la Cañada con destino a lavadero público por 6.000 pesetas[5]. Se observa el cambio de abrevadero por lavadero, siempre públicos. La última referencia escrita la podemos ver en el acta del pleno del 16 de agosto de 1931[6] en la que “se faculta a la Comisión de obras públicas para que resuelva lo relativo al desagüe de la fuente que se está construyendo en la Cañada”.

            La confirmación definitiva, a día de hoy, está a la vista de todos/as en la cara sur del brocal del pozo sito, claro está, en La Cañada. Aunque alguien trató de borrarlo a golpe de martillo y cincel, herramientas frecuentes en Los Pedroches, con un poco de paciencia y buscando el mejor ángulo de la luz que incide, se puede leer: “PRIMER AYUNTAMIENTO REPUBLICANO – 1931”. Las dos primeras palabras se leen perfectamente. La palabra REPUBLICANO está conciezudamente borrada, pero la extensión del hueco dejado, alguna letra suelta y los documentos encontrados me conducen a reafirmarme en lo dicho. La fecha, algo dudosa también por el daño causado por los golpes, podría ser 1931 ó 1937: a tenor de los datos encontrados en el archivo (AMAL) y que en 1937 no hubo ningún “primer ayuntamiento” me decanto por 1931. Así pues todo nos lleva a que el pozo / fuente de La Cañada es señal inequívoca del advenimiento de la II República en Alcaracejos. 

Inscripción en brocal de la fuente, 2015. Fotos S. Muriel




[1] Alcaracejos tiene con este santo un voto de agradecimiento perpetuo por haberlo librado de una epidemia de peste, en 1800 según López Navarrete, J.

[2]HC227.3 Acta del 8 de agosto de 1950, AMAL.

[3] Muriel Rísquez, C., Alcaracejos y otros lugares: una visión muy personal. Edita Sebastián Muriel, 2018, pág 17.

[4] HC231.4, AMAL.

[5] Idem.

[6] HC231.7, AMAL.


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