Calle Ramón y Cajal (Alcaracejos) Navidad 2022 |
Era un pueblo pequeño llamado Mojinolandia. Estaba situado a la falda de una pequeña, pero alargada, loma, con ermita incluida, y pendiente hacía el norte. El subsuelo era muy rico en agua lo que le permitía disponer de frondosas huertas y huertos. Vecinos y vecinas eran gente sencilla y apacible.
Como
pueblo, con raíces, estaba orgulloso de sus tradiciones y todos sus habitantes participaban,
con ilusión, en mantenerlas. Los Reyes Magos, junto a la Virgen de la
Orientación, eran sus mayores tesoros, fiestas que siempre se celebraban a lo
grande.
Con
el tiempo la celebración de Los Magos la ampliaron a toda la Navidad y convirtieron
al pueblo en un Belén andaluz repleto de imaginación, trabajo y fantasías navideñas.
Pastores, Reyes de Oriente, ángeles, múltiples animales y muñecos de nieve
habitaban plazuelas y rincones como si toda la vida hubieran estado allí, dando
a Mojinolandia el sabor a turrón y a tierno mazapán. Las humildes calles se
vistieron con sus mejores galas, desprendiendo aromas y mensajes de San José,
la Virgen y el Niño.
Con
afán y esperanza, durante meses, vecinos y vecinas transformaron cartones, todo
tipo de envases, retales de la abuela, muebles desvencijados, plásticos y
maderas, pinturas y bombillas, alambres y tornillos, matojos de la sierra, etc
en “cosas de Belén”. Mojinolandia lucía como un diamante. La gente era feliz
contemplando lo hecho por sus vecinos. La alegría compartida y los brillos de
Navidad llegaban desde la carretera a la plaza, desde la calle Cumbre hasta el centro termal y desde el cruce hasta la nueva iglesia. El censo se multiplicaba por dos, especialmente
por la tarde-noche. Los visitantes, venidos de los pueblos cercanos, eran muy numerosos.
Pero
el bien y el mal siempre caminan juntos y una maldad inmadura acechaba tras la
inauguración del pueblo más navideño de la provincia: Una sencilla oveja con
patas de madera, armazón de cartón y cuerpo de tela de borreguito, con maceta
de plástico pintada como hocico, desapareció de su rincón. Los pobres pastores,
maniquíes, fueron testigos mudos y nada pudieron hacer para impedir tamaña
atrocidad. El ladrón / los ladrones no se llevaron una oveja, con su robo se
llevaron la ilusión y el trabajo de un pueblo. Los pastores se quedaron sin
oveja y a los vecinos le robaron parte de su corazón: la simpática oveja, fruto
de sus desvelos y sus horas de esfuerzo se había esfumado por arte y parte de
unos gamberros inconscientes, con escasa sensibilidad y ningún respeto.
- *Manda cojones. Hay gente para todo, comentó
María.
- *Para hacer una gracia… escribió Juan Antonio.
- * Me quema la sangre, dibujó Mayordomo.
- *Para ponerla en el patio de su casa, manifestó
Mamen.
- *También se han llevado huevos del gallinero y
tres ramos de la pared, escribió una muy cabreada Ángela.
- *Habría que poner vigilancia 24 horas. Vuestro
arte y vuestro esfuerzo se lo merece, expresó Antonio.
- * Si no hay municipal …..van a vigilar 24 horas,
le respondió Ana.
- * Qué manera tan tonta de hacer daño, apuntó
Isabel.
En
la madrugada el pueblo se calmó, pero en una calle de cuyo nombre no me acuerdo
bien, se escuchó con claridad:
- -
Llévame a mi sitio, soy una oveja de rincón
navideño, no soy oveja de patio particular. Además no me gusta.
Entonces
el ladrón, que dormía ajeno a todo aquello, oyó que llamaban a su puerta. Era noche cerrada.
Receloso se levantó y preguntó: ¿Quién es?
Fueron
varias las voces que le respondieron: Venimos a llevarnos lo que es nuestro.
Debes devolvernos la oveja que has robado. No es una oveja de patio particular.
Es una oveja de rincón navideño. El rincón es su casa y ese debe ser su destino. Para
eso fue hecha.
Desconcertado
abrió y delante de sus narices se encontró con todas las figuras que
ese año formaban parte de las escenas de Navidad. Era una manifestación de
pastores y pastoras, pingüinos, renos, otras muchas ovejas, los muñequitos de
Legoland, ángeles celestiales, pollitos y soldados, gnomos, garzas y ciervos,
conejos y ratones,… y hasta Papá Noel con San José, la Virgen y el Niño traían una
pancarta: “Devuélvenos la oveja”. Todos reclamaban la oveja, su oveja.
- * No pensamos irnos de aquí hasta que no devuelvas
lo que no es tuyo. Queremos que pongas la oveja en su sitio y escribas una
carta de disculpa a los vecinos y vecinas del pueblo. ¡¡No se merecen esto!!
¡¡Han trabajado mucho!! Debes pedir perdón.
Mala Sombra con Fronteras, que así se llamaba, se quedó pálido y mudo. Balbuceando
pudo decir: Solo quería gastar una broma. Pensé que así podría hacer famoso al pueblo, una
anécdota.
- *Pues ahora restituyes la oveja en su lugar y
colocas un cartel de disculpa, dijeron los pastores.
*****
Mala Sombra con Fronteras se despertó. Estaba en el patio de su casa. Sudaba la gota
gorda y su corazón palpitaba acelerado. Sentía frío.
- *Pero, ¿Qué hago aquí?
Estaba
delante de la oveja de madera y trapo. Esta lo miraba sonriendo y le dijo:
- * Entonces, ¿me vas a devolver?
Aún
no había amanecido, se vistió rápido, cogió la oveja y salió a la calle. Estaba
solitaria y solo. Llevaba la oveja en brazos, entre protegida y oculta. En el
silencio y humedad de la noche pudo comprobar la belleza de las calles del
pueblo engalanado de Navidad. No pudo remediar una lágrima de arrepentimiento.
A
su paso, los ángeles sonreían, los soldaditos –aparentemente de plomo- aplaudían
y los renos saludaban moviendo su cornamenta. Las campanitas de un trineo
sonaban en el fondo.
Llegó
al lugar del delito y los pastores se levantaron a saludarle. Le dieron las
gracias. Mala Sombra con Fronteras se despidió pidiéndoles perdón. La oveja, ya
colocada en su sitio, dio un suave balido como señal de agradecimiento. A su
lado un cartel con un emoticono, con cara de malo, pedía disculpas y deseaba
Feliz Navidad a vecinos y visitantes.
Mala Sombra con Fronteras llegó a su casa reconfortado y satisfecho. Nadie, excepto
las estrellas, dibujos y muñecos lo habían visto. Se acostó y durmió en paz como
un recién nacido.
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